Desde los primeros años de la fundación de Puebla, la presencia de la orden franciscana dejó una profunda huella histórica y cultural en la ciudad. Entre las historias que perduran hasta nuestros días destaca la leyenda de Fray Sebastián de Aparicio, figura del siglo XVI vinculada al antiguo convento de San Francisco.
Sebastián de Aparicio llegó a la Nueva España como laico y, tiempo después, ingresó a la orden franciscana. Su vida estuvo caracterizada por la pobreza, la humildad y el servicio, cualidades que le ganaron el reconocimiento y la admiración de la población.

Tras su fallecimiento, sus restos fueron colocados en el Templo y Convento Franciscano de la Impresión de las Llagas de San Francisco, donde con el paso de los años surgió la creencia de que su cuerpo permanecía incorrupto. Este hecho fue interpretado por muchos fieles como una señal de santidad, mientras que para otros dio origen a una de las leyendas más enigmáticas del estado.
Desde entonces, el templo se consolidó como un sitio de devoción, historia y misterio, en el que se entrelazan la fe religiosa y las tradiciones orales de Puebla.
Actualmente, la leyenda de Fray Sebastián de Aparicio continúa formando parte del imaginario colectivo, recordando que el pasado de la ciudad no solo se preserva en su arquitectura, sino también en las historias que han trascendido el tiempo y se mantienen vivas generación tras generación.
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